viernes, 21 de mayo de 2010

Instrumentos de tortura y pena capital



En distintas ciudades de Europa, Estados Unidos y recientemente en México una exposición itinerante ha llamado la atención por lo singular de su contenido y el significado humano que conlleva. Se trata de un sinfín de objetos e instrumentos coleccionados por particulares y museos utilizados en la edad media y otras épocas mas recientes para causar la muerte e infringir tortura. La museografía y el montaje logran su propósito, intimidar al visitante y hacerlo estremecerse al imaginar la acción insana e intencionadamente cruel de tales instrumentos en las blandas carnes de sus victimas.
Quienes concibieron la exposición se plantearon como objetivo “Enseñarnos de manera didáctica la injusticia, la crueldad y hacernos receptivos, de modo que reaccionemos en contra de la violencia”. Está integrada por casi cien piezas, la mayoría de ellas originales y diversos cuadros e ilustraciones, a cual mas terrorífico que no dejan duda de la práctica inhumana de la tortura.

En todas las ciudades en donde ha sido expuesta la exposición ha convocado a numerosos asistentes con un éxito similar a los conciertos de rock and roll. Pero valdría la pena preguntarse que mentes torcidas se dieron a la tarea de imaginar y construir tales maquinas e instrumentos con el único propósito de infligir deliberadamente y en condiciones de ventaja, dolor y escarnio a un semejante, sin importar su sexo, edad o condición social.
Varios de estos artilugios fueron usados originalmente para torturar a soldados enemigos capturados tras una batalla y arráncales información estratégica del campo contrario o simplemente como diversión sádica del vencedor. La historia de todas las conquistas armadas desde los tiempos más remotos narra en cientos de ocasiones torturas y ajusticiamientos tras una cruel ocupación. En las tierras americanas las conquistas española e inglesa no fueron la excepción.
Del campo militar los instrumentos de tortura pasaron a dar un servicio eficaz por mas de trescientos años al seno de la madre iglesia católica, cuyo brazo armado el Tribunal del Santo Oficio persiguió de manera inmisericorde a todos aquellos que sospechaba profesaban una creencia religiosa distinta a la católica, se encontraban poseídos por el demonio, vivían en pecado capital, y en consecuencia representaban una afrenta y un peligro social de efectos gravísimos que debía extirparse de manera ejemplar e inmediata. La tortura física fue la herramienta que la inquisición concibió como el mejor remedio para “la aflicción de la carne y la liberación del espíritu”. Aunque frecuentemente los verdugos terminaban en un solo acto con la carne y el espíritu del prisionero. Muerto el perro, se terminó la rabia.
A finales del siglo XVI por ordenes de la Santa Sede fue publicado y distribuido ampliamente entre la alta jerarquía eclesiástica en las colonias "El Manual de Inquisidores” que era un falaz compendio justificatorio del uso de la tortura contra los principales pecados y faltas teológicas de los fieles.
Esta exposición denominada “Instrumentos de tortura y pena capital” fue iniciada en Florencia en 1983 y se encuentra dividida en cuatro bloques temáticos que aunque cuestionables son ilustrativos de los claros propósitos con que se utilizó su contenido: instrumentos de humillación pública, aparatos para torturar, instrumentos de pena capital e instrumentos de tortura contra mujeres.
Los instrumentos de humillación pública se usaban para castigar infracciones menores a quienes se manifestaban en contra del orden establecido, o en contra de las mujeres que se rebelaban por las labores domésticas o por continuos embarazos, castigándolas con el ridículo, la vergüenza, y el aislamiento”. Se les ponían “sambenitos” “máscaras de hierro” con figuras de animales, algunas de éstas tenían piezas bucales que mutilaban la lengua con púas. Se les exponía en la plaza pública y eran objeto de la burla de la gente que las golpeaba. Otra muestra de escarnio público era la “trenza de paja” que se colocaba a las jóvenes que habían quedado embarazadas antes del matrimonio, las rapaban, y debían pararse delante de las puertas principales de las iglesias en días de fiesta. Sobresalen instrumentos como el “cepo o brete” de origen austriaco, con el que la víctima era expuesta en la calle con los pies y las manos aprisionados También se puede ver en la exposición la “Picota en tonel”, una especie de barril enorme, pesado, que se le colocaba al castigado y debía caminar con el por las calles, provocándole mucho dolor.

Los instrumentos de tortura propiamente dichos eran utilizados para conferir largos tormentos hasta obtener la confesión deseada, en los que se moría por el castigo recibido o como consecuencia de las graves infecciones causadas por las heridas, entre ellos figuran: “El potro de tormento” que consistía en una gruesa plancha de madera en la que se recostaba a la victima y se le sujetaba con cadenas de las extremidades, las cuales eran cruelmente distendidas hasta desarticularlas del tronco. “La jaula con ratas hambrientas” que colocaban sobre el vientre desnudo del prisionero para que devoraran sus entrañas. “El embudo de agua”, “Los braseros con carbón ardiente” que eran puestos sin alguna piedad sobre distintas regiones del cuerpo, “los látigos para desollar”, “las tenazas arranca uñas”, “las jaulas colgantes”, en donde la víctima semidesnuda era encerrada y colgada hasta morir de hambre, sed, o por el calor, después de haber sido torturada. “La rueda para despedazar” o “La sierra” con la cual se cortaba prácticamente el cuerpo del martirizado.

Los instrumentos de pena capital se exhiben de luego “La horca”, “El hacha del verdugo”, “El aplastacabezas”, “La guillotina”, creada por el médico francés Joseph Ignace Guillotin, para conceder una muerte piadosa lo mismo a los nobles que a los plebeyos dándoles igualdad en la muerte. Lo interesante en el caso de la guillotina es que la neurofisiología moderna ha demostrado que mientras una cabeza decapitada rueda por el suelo o cae en la cesta, la conciencia sobrevive el tiempo suficiente para tener percepción de lo que ocurre. Se presenta una silla eléctrica, creada en Estados Unidos en 1888, que descargaba sobre la victima 2 mil voltios en una primera vez y otras dos descargas de mil voltios cada hasta terminar con su vida. “El popular “garrote vil”, que es un collar de hierro que se colocaba para sujetar el cuello del reo a un mástil anclado en la tierra a la altura de las vértebras cervicales de la víctima, accionando el verdugo un torniquete hasta matar al acusado.

Instrumentos de tortura contra mujeres, parece que los inquisidores mostraban una inclinación particular contra ellas, estimándose que representaron el 85 por ciento del total de los sentenciados por delitos de brujería, infidelidad, herejía, crímenes diversos de fe o de carácter civil.
La pieza más conocida en este apartado es el “cinturón de castidad” la tradición señala que era usado para que las esposas no fueran infieles a sus maridos durante sus largas ausencias de la guerra, en realidad no podía ser usado mas de un par de días por las infecciones que ocasionaba al no poder tener limpieza o las abrasiones que provocara el hierro. Otras linduras exhibidas son “el desgarrador de senos”, “el cinturón de San Telmo” y “el cilicio de pinchos” cierra la exposición una de las piezas más llamativas: la triste celebre “Dama de hierro” reservada para mujeres adulteras, que es un inmenso sarcófago con forma de muñeca en cuyo interior se colocaban largas puntas de hierro que se clavaban en la víctima cuando era encerrada dentro para prolongar su agonía.
Este no es desde luego el primer intento didáctico por mostrar la capacidad de la naturaleza humana contra si misma en un juego perverso inexplicable, y éticamente y humanamente injustificables.
Si aún no quedan satisfechos y su curiosidad va mas alla, pueden visitar algunas exposiciones permanentes en su próximo viaje a la ciudad de Gante, en el Castillo de los Condes de Flandes o la celebérrima Torre de Londres, donde fueron ejecutadas algunas de las esposas de Enrique VIII y el arzobispo Tomás Moro, que guarda una variada muestra de instrumentos de tortura, entre ellos el hacha y el tajo, testigos mudos de algunas celebres ejecuciones.
















1 comentario:

  1. Que mente monstruosa puede haber imaginado tales aparatos y quien llevar a cabo tales torturas.
    GRACIAS POR MOVERME EL PISO
    JESUS GALINDO

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